Quiero compartir con ustedes la sentida partida del presidente Piñera.
Esta semana, mientras disfrutaba de mis vacaciones junto a mi familia en nuestra nueva cabaña en el lago Rupanco gozando de la belleza que nos regala el sur de Chile, fui sorprendido por una pregunta inesperada de mi hija menor, "¿Papá, tú te enterarías primero si algo le sucediera a Piñera?"... y así, de repente, el aire se volvió denso, con un presentimiento en el horizonte. Han sido días extraños, tratando de mantener el equilibrio entre mis vacaciones y los recuerdos que afloran, las reflexiones y una cierta tristeza más profunda sin tener claridad el porqué.
Es fascinante cómo la memoria puede despertar recuerdos y anécdotas con detalles que parecían olvidados. La primera anécdota me transporta al living de la casa del entonces candidato a Senador y yo como joven dirigente de la FECH, donde tuve la oportunidad de cuestionar algunas ideas sobre la estrategia de su campaña. Sabía que una forma de capturar su atención era haciendo una crítica bien fundada y su reacción fue una mezcla de sorpresa y molestia. Recuerdo claramente su comentario: "Oiga usted acaba de criticar a uno de mis gerentes" ", a lo que respondí señalando que la falta de experiencia del gerente en campañas políticas y que llevaba el curioso apellido de Pinochet.
La segunda anécdota que resurge en mi memoria fue cuando me invitó a su oficina para ofrecerme trabajar con él media jornada en Bancard y la otra mitad en el distrito de Recoleta, con la posibilidad de convertirme eventualmente en candidato a diputado por la zona. Fue la única vez que tuve una conversación a solas, donde nos sentamos frente a frente y me habló con serenidad, algo poco común en él según mi experiencia. Me explicó que para ser candidato se necesitaba tener al menos una de tres cosas: un apellido conocido, recursos financieros o un respaldo político, ofreciéndome este último. A pesar de mi sincero agradecimiento por la invitación, decidí rechazarla. Le expuse mis razones, incluida la difícil situación económica que atravesamos después de la quiebra de mi padre cuando yo tenía 12 años, y mi firme convicción de mantener separada la política de mi búsqueda de independencia económica. Recuerdo con afecto sus palabras de entendimiento: "Supongo que, si fueras mi hijo, te diría que estás haciendo lo correcto". Después de nuestra charla, amablemente se ofreció a llevarme a casa. Durante el trayecto en su Subaru, compartimos algunas palabras más antes de que me dejara en las Torres de Tajamar, donde vivía en aquel entonces.
La tercera y última anécdota tuvo lugar durante la visita de estado que realizó en su primer mandato a México. Tuve el privilegio y la suerte de formar parte de la comitiva presidencial, una experiencia que me brindó la oportunidad de vislumbrar una faceta notable de Piñera. Recuerdo vívidamente cómo el presidente se destacaba por su incansable dedicación, iniciando sus actividades temprano en la mañana y prolongándolas hasta altas horas de la noche.
En una de las jornadas, visitamos el Museo Nacional de Antropología (MNA) en ciudad de México, donde fuimos recibidos por la directora del museo para una visita guiada. Mientras recorríamos las diversas salas, Piñera demostraba su inagotable curiosidad, planteando preguntas y comentarios que buscaban enriquecer su comprensión de las distintas civilizaciones representadas. En un momento dado, Piñera se adelantó al grupo, lo que brindó a la directora la oportunidad de compartir con nosotros un comentario revelador: "He recibido muchas visitas de presidentes a nuestro país, pero nunca a nadie que haya formulado tantas preguntas pertinentes y posea un conocimiento tan integral como su presidente".
Aquella escena ilustraba perfectamente la insaciable curiosidad de Piñera y su capacidad para involucrarse profundamente en cualquier contexto. Su intensidad y vitalidad eran sorprendentes, dejando una impresión perdurable en quienes tuvimos el privilegio de acompañarlo en esa ocasión.
Este trágico evento que ocurrió a menos de 100 km de nosotros, me ha llevado una vez más a reflexionar sobre la fragilidad de la vida y la importancia de vivirla plenamente en el presente. Su repentina partida me ha recordado la imprevisibilidad del destino y la necesidad de aprovechar cada momento con determinación y pasión. Me viene a la mente la famosa frase "Carpe diem" de la película "La sociedad de los poetas muertos" del año 1989, que tanto nos impactó en aquel entonces y que usamos en la campaña a la FECH ese mismo año y que sigue siendo relevante hoy en día.
Aprecio profundamente su legado y la manera en que ha influenciado nuestras vidas. Su partida prematura nos recuerda que a menudo valoramos más a las personas una vez que ya no están entre nosotros. Es un recordatorio de que debemos ser generosos con quienes nos rodean y vivir cada día con gratitud y propósito.
Gracias, Presidente, por inspirarnos a vivir con intensidad y determinación. Su legado perdurará y seguirá siendo una fuente de inspiración para muchos.
Con admiración, respecto y gratitud
Cristián Rubio Adriasola
Director de ChileSuma
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